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miércoles, 19 de diciembre de 2012

LA GESTIÓN DE CONFLICTOS EN LA EMPRESA FAMILIAR


El conflicto forma parte del ser humano y afecta en todos sus ámbitos, sin perjuicio de que en este artículo hagamos referencia al que afecta a la empresa familiar en un sentido amplio. Curiosamente, una vez hayamos ido desgranando los posibles conflictos existentes y la propuesta de soluciones al respecto, nos apercibiremos que al igual que sucede en lo personal, la medicina es siempre la misma: voluntad, capacidad de comunicación, transacción y generosidad.

El problema esencial que nos encontramos en la empresa familiar es que el ambiente se va deteriorando, por defecto, al tratar de evitar el conflicto por temor a causar un daño profundo en la relación familiar o, por exceso, al confundir el hábito familiar con la empresa, de tal forma que esta última recoge la siembra de la discusiones en un entorno que es ajeno a la gestión de la empresa.

Al igual que en las relaciones de pareja, curiosamente, es común que los familiares se sientan desamparados y con la sensación de impotencia a la hora de resolver sus diferencias en la Empresa Familiar. Es común el sentimiento de que la culpa nunca es propia, sino del otro. Es decir, aflora con facilidad el "victimismo": "yo no puedo hacer nada mientras él no cambie su actitud"

Los conflictos que se enquistan y el ambiente de batalla que se palpa en las relaciones familiares hostiles afecta de forma irremediable a las propias familias y, como no, a los negocios o empresa familiar. Esto es así, y siempre ha sido así, por lo que, de tomar medidas para revertir la dinámica, la energía se irá empleando más en los conflictos con poder destructivo, en lugar de  invertirla en trabajar mejor. Es preciso señalar también, que el tomar medidas, no siempre revierte la situación (tenemos, por desgracia, una buena experiencia acumulada en este sentido) pero lo que si es indudable es que, de no intentarlo, no se sale seguro.

En este artículo, no pretendemos abordar temas jurídicos sino de gestión del conflicto familiar, y más en concreto, la actitud con la que deben abordarse dichos conflictos.

El mantener una buena relación laboral con los familiares debe ser algo prioritario, para el binomio familia-empresa familiar. Es obvio, que los conflictos pueden aparecer pero eso no se cuestiona; es decir, no puede negarse el hecho objetivo de que existen. Lo complicado es como los gestionamos y ahí es donde es posible el cambio.

En concreto, es preciso huir del enfoque victimista, focalizando la energía en resolver el conflicto mediante una actitud empática; es decir, poniéndose en el lugar del otro, a efectos de comprender mejor los intereses, expectativas, prejuicios y sentimientos del otro familiar. Sólo así, podrá llegarse al entendimiento y a encontrar juntos la mejor solución para el conflicto.

Para llevar a cabo ese tipo de conversación, deben expresarse los prejuicios y sentimientos involucrados en el conflicto. Es preciso tener en cuenta que los sentimientos mismos son el conflicto en sí mismo.

Si consideramos que los conflictos, además, están condicionados por la personalidad, competencias profesionales, virtudes, valores, etc…, podemos entender lo complejo que resulta resolverlos. Además, para acabar el marco de complejidad, podemos añadir algo en lo que muchas veces no se repara o se presta atención: la historia de las relaciones familiares, que en muchas ocasiones, determina la causa del conflicto.

Cuando asumimos el rol de víctima, al sentirnos ofendidos y agraviados, aparece la fantasía acerca de lo que cada uno piensa o siente, porque uno aplica el “principio de la auto medida” por el cual, el otro necesariamente tiene que estar pensando o sintiendo lo que yo pensaría o sentiría en su lugar. Este efecto provoca desconfianza y prejuicios que suelen tener un efecto destructivo en la familia y la empresa familiar.

Así pues, el objetivo central debe ser el de aceptar con naturalidad el conflicto como algo perteneciente al mundo de “lo humano”, marcándonos como objetivos ya no el que no se produzcan, sino el tratar de comprenderlos para aprender a administrarlos.

En ocasiones, los profesionales de lo jurídico y consultores, olvidamos lo más importante. Sin la gestión del conflicto, ya podemos implementar Protocolos Familiares o demás instrumentos con la finalidad de mantener la Empresa Familiar, que no nos saldremos.

El Protocolo no es más que un instrumento al servicio de todo lo demás y, en concreto, de lo aquí expuesto, sin dejar de reconocer que, en muchas ocasiones puede ser un primer paso, en la medida en que denote la voluntad de cambio de enfoque en la gestión de la familia.

                                                                                     Daniel Aroca
                                                                                     Abogado