El conflicto forma
parte del ser humano y afecta en todos sus ámbitos, sin perjuicio de que en
este artículo hagamos referencia al que afecta a la empresa familiar en un
sentido amplio. Curiosamente, una vez hayamos ido desgranando los posibles
conflictos existentes y la propuesta de soluciones al respecto, nos
apercibiremos que al igual que sucede en lo personal, la medicina es siempre la
misma: voluntad, capacidad de comunicación, transacción y generosidad.
El problema
esencial que nos encontramos en la empresa familiar es que el ambiente se va
deteriorando, por defecto, al tratar de evitar el conflicto por temor a causar
un daño profundo en la relación familiar o, por exceso, al confundir el hábito
familiar con la empresa, de tal forma que esta última recoge la siembra de la
discusiones en un entorno que es ajeno a la gestión de la empresa.
Al igual que en las
relaciones de pareja, curiosamente, es común que los familiares se sientan
desamparados y con la sensación de impotencia a la hora de resolver sus
diferencias en la Empresa Familiar. Es común el sentimiento de que la culpa
nunca es propia, sino del otro. Es decir, aflora con facilidad el
"victimismo": "yo
no puedo hacer nada mientras él no cambie su actitud"
Los conflictos que
se enquistan y el ambiente de batalla que se palpa en las relaciones familiares
hostiles afecta de forma irremediable a las propias familias y, como no, a los
negocios o empresa familiar. Esto es así, y siempre ha sido así, por lo que, de
tomar medidas para revertir la dinámica, la energía se irá empleando más en los
conflictos con poder destructivo, en lugar de invertirla en trabajar
mejor. Es preciso señalar también, que el tomar medidas, no siempre revierte la
situación (tenemos, por desgracia, una buena experiencia acumulada en este
sentido) pero lo que si es indudable es que, de no intentarlo, no se sale
seguro.
En este artículo, no
pretendemos abordar temas jurídicos sino de gestión del conflicto familiar, y
más en concreto, la actitud con la que deben abordarse dichos conflictos.
El mantener una
buena relación laboral con los familiares debe ser algo prioritario, para el
binomio familia-empresa familiar. Es obvio, que los conflictos pueden aparecer
pero eso no se cuestiona; es decir, no puede negarse el hecho objetivo de que
existen. Lo complicado es como los gestionamos y ahí es donde es posible el
cambio.
En concreto, es
preciso huir del enfoque victimista, focalizando la energía en resolver el
conflicto mediante una actitud empática; es decir, poniéndose en el lugar del
otro, a efectos de comprender mejor los intereses, expectativas, prejuicios y
sentimientos del otro familiar. Sólo así, podrá llegarse al entendimiento y a
encontrar juntos la mejor solución para el conflicto.
Para llevar a cabo
ese tipo de conversación, deben expresarse los prejuicios y sentimientos
involucrados en el conflicto. Es preciso tener en cuenta que los sentimientos
mismos son el conflicto en sí mismo.
Si consideramos que
los conflictos, además, están condicionados por la personalidad, competencias
profesionales, virtudes, valores, etc…, podemos entender lo complejo que
resulta resolverlos. Además, para acabar el marco de complejidad, podemos
añadir algo en lo que muchas veces no se repara o se presta atención: la
historia de las relaciones familiares, que en muchas ocasiones, determina la
causa del conflicto.
Cuando asumimos el
rol de víctima, al sentirnos ofendidos y agraviados, aparece la fantasía acerca
de lo que cada uno piensa o siente, porque uno aplica el “principio de la auto
medida” por el cual, el otro necesariamente tiene que estar pensando o
sintiendo lo que yo pensaría o sentiría en su lugar. Este efecto provoca
desconfianza y prejuicios que suelen tener un efecto destructivo en la familia
y la empresa familiar.
Así pues, el objetivo
central debe ser el de aceptar con naturalidad el conflicto como algo
perteneciente al mundo de “lo humano”, marcándonos como objetivos ya no el que
no se produzcan, sino el tratar de comprenderlos para aprender a
administrarlos.
En ocasiones, los profesionales
de lo jurídico y consultores, olvidamos lo más importante. Sin la gestión del
conflicto, ya podemos implementar Protocolos Familiares o demás instrumentos
con la finalidad de mantener la Empresa Familiar, que no nos saldremos.
El Protocolo no es
más que un instrumento al servicio de todo lo demás y, en concreto, de lo aquí
expuesto, sin dejar de reconocer que, en muchas ocasiones puede ser un primer paso,
en la medida en que denote la voluntad de cambio de enfoque en la gestión de la
familia.
Daniel Aroca
Abogado